Por eso me viene como anillo al dedo, porque combina en uno de mis propios recuerdos ambas cosas que se le atribuyen: invocándolo para el amor (en toda su extensión) y para las pérdidas de recuerdos, de cosas importantes, de personas queridas... Y es que en mi mente brotó como un venero un recuerdo con una de las personas que ha influido más en mi vida, mi abuelo:
La canción o poema resultó ser "La Canción de los Pajaritos" o "El Milagro de San antonio" (una versión) que recitó, como hacían los juglares, durante tres minutos sin equivocarse un ápice, a pesar de contener multitud de nombres y de versos difíciles de aprender.
Pero yo, como maestro, sé que esas letras aprendidas con la emoción y el cariño nunca se borran de una mente, aunque el tiempo o la enfermedad pasen factura. Están guardadas en el cofre especial de los sentimientos, como un olor, un sabor o la música.
Mi abuelo hace poco se marchó, pero me dejó el gran legado de sus enseñanzas de vida.
Os voy a dejar tanto el audio con su propia voz como la transcripción de la misma poesía.
Estos cantares de pastor y juglares se transmitían de forma oral en reuniones y fiestas, como la Zandinga en la Candelaria, o tantas y tantas canciones religiosas en las romerías y celebraciones.
Éstas despertaban sentimientos y se fijaban en los recuerdos de aquellos momentos de la infancia, perteneciendo a un patrimonio inmaterial que no debe olvidarse.
Antonio, divino Antonio
Suplicare a Dios
Inmenso
Que por su gracia
divina
Alumbre su
entendimiento.
El tenía un huerto
donde allí cogía
Cosecha de fruta que
el tiempo traía.
Pero un domingo en
la mañana,
Como siempre
acostumbraba
Se iba su padre a
misa,
(Cosa que nunca
olvidaba) diciendo:
¡Ven acá
Antoñito, ven acá hijo amado…!
¡Que tengas cuidado
de los pajaritos!
Mientras que yo esté
en misa
Gran cuidado haz de
tener,
Mira que los
pajarillos
Todo lo hechan a
perder.
Entran en el huerto,
pican el sembrado
Y por eso te encargo
que tengas cuidado.
Pues desde que vio
venir a su padre
Todos los mandó
callar
Tocó su padre a la
puerta y le dijo: - ¡Ven acá!
Ven acá hijo amado,
ven acá Antoñito…
¿Haz cuidado bien
de los pajaritos?
Para que mejor pudiera cumplir
con mi obligación
Todos los tengo
encerrados dentro de una habitación.
Desde que vio su
padre milagro tan grande
Al señor obispo
fueron a avisarle.
Ya viene el señor
obispo con un gran acompañamiento.
Todos quedaron
admirados al ver tan grande talento:
Abrieron ventanas y
puertas a la par,
por ver si las aves
se querían marchar.
Y entonces le dice
Antonio:
Señores nadie se agravie,
Pero los
pájaros no se salen
Hasta que yo no
lo mande.
Se pone en la puerta
y les dice:
Escuchad pajaritos, ya podéis
salir:
Salgan cigüeñas
con orden,
Gurropatos y
andarríos,
Avutardas y
abulones,
salgan gurrafas
sin nido,
y los
chazmarines
y los
verderones
y las cogujadas
y los gorriones
Salga la
avetarda, salga la perdiz
Salga el
aguanieves y la codorniz.
Y al tiempo de alzar
el vuelo cantaron con alegría
Despidiéndose de
Antonio y de toda su compañía.
¡Marcharos por el monte y
dejad el sembrado
Que mi padre me
ha dicho que tenga cuidado!
Fijaos lo curioso de la forma de nombrar a esas aves tan autóctono, no como se les llama comunmente sino popularmente en nuestro entorno. Yo la transcribí tal cual pues la tradición oral tiende a adapatar los vocablos a su forma de hablar y entender la historia, modificándola.
Mi abuelo y yo, en 1991. Siempre me fascinaron sus andanzas desde niño en aquel momento tan hostil y cómo cada una de sus medidas palabras tenían algo que enseñar.
Vaya esta entrada para proteger ese legado inmaterial que nos dejaron nuestros mayores y para que jamás lo borre el tiempo.
Precioso recuerdo!
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