Hoy he querido reconocer este hecho merecido como personaje singular peñaflorense, su dedicación y valía para con nuestro pueblo y su gente y que así lo vean los nuestros de aquí y allá.
Hace ahora 62 años que se reconocía igualmente la figura y entrega de otro de nuestros célebres personajes: el doctor D. Arturo Fernández Cruz. Otra eminencia que llevaba el nombre de Peñaflor allá por donde fuese:
Aquí os dejo el enlace de la entrada que dediqué a aquel hecho del 19 de agosto de 1958.
Don Arturo hijo predilecto
El ultimo en ser reconocido con esta distinción en nuestro pueblo fue Rafael Carranza, conocido en nuestro pueblo por su excelencia como persona y dedicación en su oficio como herrero, donde aprendieron a trabajar en la forja muchos aprendices. Más tarde daría lugar también al taller mecánico de la misma familia.
Con esta entrada quiero reseñar también el cariño que Pedro siembra allá por donde ha ejercido su profesión. Véase ésta de una de sus últimas intervenciones en unas jornadas de historia en Alcalá de Guadaíra, lugar donde ejerció durante su vida como docente:
Pedro Luis Menéndez González comenzó su carrera docente en Gran Canaria, aunque nació en el pueblo de Peñaflor, donde actualmente es fundador y presidente de la Asociación Cultural “Amigos de Peñaflor”; sin embargo, ha sido sobre todo en Alcalá de Guadaíra donde prácticamente ha realizado su vida profesional. Antes de impartir clases en el IES Albero, lo hizo en el instituto Cristóbal de Monroy, y culminó su trayectoria como profesor en el Instituto Provincial de Educación Permanente de Sevilla (antiguo Ibad), donde se jubiló en 2010. Aunque no ha parado de trabajar, actualmente imparte clases en el Aula Abierta de Mayores de la UPO, donde sigue entusiasmando y contagiando amor por la Historia, el Arte o la Geografía. Y sigue, a su vez, desde hace ya mucho tiempo, organizando con gran éxito viajes culturales de carácter histórico y artístico, dando conferencias y participando en diversas tertulias y coloquios.
Pero Pedro, ante todo, es profesor de Geografía e Historia y no cualquier profesor sabio y cercano, es uno de los mejores. Todos los que han sido su alumnado, sin excepción, recuerdan el ritmo trepidante de sus explicaciones, aderezadas siempre con una voz cautivadora; recuerdan su hábil maestría con la palabra y en el manejo de los datos históricos, y sobre todo esa pasión desmedida por iluminar para todos el camino hacia el conocimiento de ese jardín, a veces muy oscuro, del pasado.
El ultimo en ser reconocido con esta distinción en nuestro pueblo fue Rafael Carranza, conocido en nuestro pueblo por su excelencia como persona y dedicación en su oficio como herrero, donde aprendieron a trabajar en la forja muchos aprendices. Más tarde daría lugar también al taller mecánico de la misma familia.
Con esta entrada quiero reseñar también el cariño que Pedro siembra allá por donde ha ejercido su profesión. Véase ésta de una de sus últimas intervenciones en unas jornadas de historia en Alcalá de Guadaíra, lugar donde ejerció durante su vida como docente:
Pedro Luis Menéndez González comenzó su carrera docente en Gran Canaria, aunque nació en el pueblo de Peñaflor, donde actualmente es fundador y presidente de la Asociación Cultural “Amigos de Peñaflor”; sin embargo, ha sido sobre todo en Alcalá de Guadaíra donde prácticamente ha realizado su vida profesional. Antes de impartir clases en el IES Albero, lo hizo en el instituto Cristóbal de Monroy, y culminó su trayectoria como profesor en el Instituto Provincial de Educación Permanente de Sevilla (antiguo Ibad), donde se jubiló en 2010. Aunque no ha parado de trabajar, actualmente imparte clases en el Aula Abierta de Mayores de la UPO, donde sigue entusiasmando y contagiando amor por la Historia, el Arte o la Geografía. Y sigue, a su vez, desde hace ya mucho tiempo, organizando con gran éxito viajes culturales de carácter histórico y artístico, dando conferencias y participando en diversas tertulias y coloquios.
Pero Pedro, ante todo, es profesor de Geografía e Historia y no cualquier profesor sabio y cercano, es uno de los mejores. Todos los que han sido su alumnado, sin excepción, recuerdan el ritmo trepidante de sus explicaciones, aderezadas siempre con una voz cautivadora; recuerdan su hábil maestría con la palabra y en el manejo de los datos históricos, y sobre todo esa pasión desmedida por iluminar para todos el camino hacia el conocimiento de ese jardín, a veces muy oscuro, del pasado.
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