Hace no tanto tiempo, cuando las chicharras parecían reventar bajo los árboles de la plaza, eran veranos sin aire acondicionado, ni siquiera un ventilador, y si apuramos sin frigorífico... Eso hace poco más de 60 años en Peñaflor.
Aquellos veranos tórridos se pasaban como se podía. Por las siesta, a veces pasaba mi bisabuela y familia con el famoso helado "de Lagarto" en su cántara. Al atardecer la gente sacaba las sillas de enea a la puerta, o la mecedora, y comenzaban esas redes sociales que sí que servían para unir a todo el mundo, hasta las tantas, en las que el poco fresco que corriera te embelesada.
Luego se dormía al fresco del portal de la calle, en el zaguán, al fresco de la corriente de esas casa de muros de tierra de un metro de anchura. Aún disfruto al pasar por esas casas enormes y antiguas, en pleno calor, para sentir el frescor que sale de sus portales.
También se buscaba alguna forma de pasarlo bien con agua, yendo a bañarse a los arroyos y charcas o alguna que otra alberca (aquí se dice emberca) o piscina como la que había tras lo que hoy es la gasolinera de Villadiego.
Los menos osaban bañarse en el Guadalquivir ya que era traicionero y más de uno se ahogó en alguna distracción o algún remolino del cauce.
El río Retortillo era nuestra playa y allí, en una zona arenosa, se juntaba bastante gente, incluso alguno haciendo negocio como una pequeña venta.
Hasta el año 1983 no se construiría la piscina municipal, aquella con Lavapiés donde más de uno se dio un resbalón de muerte.
Recuerdo a mi abuela siempre con un abanico que movía incluso durmiendo y nosotros en un colchón que echábamos al suelo o alguna manta improvisada, que para los pequeños era como hacer una acampada nocturna.
Manuel Nieto Izquierdo nos trae unas refrescantes imágenes de aquellos veranos en que regresaba la familia que le tocó emigrar y que formaban un guirigay en cualquier caso de familia más que numerosa. En mi casa pasaba lo mismo con la familia de Cataluña o Francia.
En esta preciosa foto de familia, cedida por Manuel nieto izquierdo. Está tomada justo enfrente de la ermita de Villadiego, donde trabajaban sus padres. Puede observarse el chozo que allí existía a la derecha. Había noches que se quedaban todos a dormir allí para no tener que venir al pueblo mientras su padre se dedicaba a regar allí y en el cortijo del Vinco.¡ Aquellos tiempos si que eran donde se cumplía con creces el dicho de que dónde comen dos comen tres!
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