Cuando nacemos, nuestros padres o familiares nos otorgan un nombre que, en la antigua Roma era totalmente decisivo para el futuro del recien nacido.
En nuestras costumbres, ya menos arraigadas, los nombres eran otorgados "por pertenencias", adoptando el de abuelos y tíos en orden paternos y maternos, repitiendo a menudo incluso apellidos.
Ya hablamos de este tema en la primera entrada con este título "La importancia del nombre que tienes" cuando hable del nombre familiar de Lorenzo, por mi rama paterna.
Hoy os hablaré del otro nombre más repetido en mi familia, pero esta vez materna y que viene de bastante atrás en el tiempo.
El nombre es ENRIQUE.
Mi bisabuelo Enrique Cruz Arroyo fue quien trajo ese legado a Peñaflor. Él fue ferroviario y se caso con Villadiego Rodríguez Lorenzo, viviendo en la calle Ramón y Cajal, donde hoy vive su nieta Villadiego Cruz.
Foto de Enrique Cruz Arroyo en una foto típica durante el Servicio Militar que entonces duraba alimentos 21 meses. No se si era habitual ponerse el uniforme con las insignias o son suyas propias.
Tuvieron a Antonio, Enrique, Alonso, Teresa, Francisca, Ángeles y María mi abuela.
Y en casi todas las familias que formaron sus hijos hay un Enrique, incluido el hermano de mi madre Enrique Domínguez Cruz.
De Ángeles nació Enrique Rosado Cruz del que hace poco hablamos como seminarista.
Enrique Rosado Cruz el día de su boda junto a su tía y madrina, Francisca Cruz Rodríguez.De su hijo Enrique nació otro Enrique Cruz Sánchez...
...y de su hijo Antonio, su nieto Enrique Cruz Fernández.
Una de las cosas que tuvieron siempre en común estos Enriques y el resto de esta rama de los "Cachuchos" es que les ha gustado siempre la cacería desde pequeños.
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