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domingo, 19 de septiembre de 2021

Cómo se trabajaba en el molino

 Hoy en Peñaflor ya no queda ningún molino de producción de aceite ni harina, antaño bien cotizados por los alrededores y de gran demanda entre los peñaflorenses que tenían gran extensión de olivos y trigo de secano. Con la llegada del regadío en los 60's las tierras se transformaron y tendieron a cultivos como los frutales y las hortalizas. Atrás quedaron las grandes extensiones de algodón, sorgo, cebada, trigo... Y sobre todo de olivo y viña. 

Hoy nos centramos en un oficio perdido, el de molinero y una foto muy especial, en la que los pillaron "con las manos en la masa" de aceituna.


En esta espectacular imagen están en pleno trabajo: Diego Carranza "Esparraguillo", Antonio Sánchez "Zorrito" de pie sobre los capazos, Francisco García "Vitorio", Rafael "el Jalao", Juan Sánchez Fernández (que nos da la foto y los datos) y José "el Constantinero". Principios de los 60's.

Los trabajos en el molino empezaban en la báscula de la entrada para el pesaje de la carga que traían los productores.

Luego, desde esos camiones , carros y burros con serones pasaban a un tornillo sin fin que movían la aceituna hacia una gran tina para lavarlas.

De este lugar, una vez lavadas pasaban a un gran pilón con dos grandes piedras de moler.

Allí se convertían en la masa madre de la aceituna que se trabajaría posteriormente.

Tres personas encima de un carro movían esta masa hacia la zona de los capazos, donde previamente se había preparado un eje llamado aguja donde se irían colocando sucesivamente hasta 40 capazos, uno encima de otro.

En cada capazo vaciaban y distribuían dos cubos de la masa de la aceituna.

Colocados todos los capazos se colocaba una segunda aguja y se colocaba justo debajo de la prensa. Entonces se elevaba el carro para que fuese extrayéndose el oro líquido.

Al final de este proceso se rociaba con agua caliente y se estrujaba bien todo el montante.

Una vez acabado esta parte del proceso se bajaba el carro para extraer los restos del prensado y se llevaba a una serie de pilones (en este molino había 8) que actuaban como decantadores del aceite, convirtiendo aquella masa en lo que finalmente era un aceite fuerte sin colar y muy picante de gran aprecio.

Finalmente se extraía de ahí el verdadero producto que iba a 4 barricas metálicas para su distribución a granel para los compradores.

Esos restos que quedaban aún se le podía sacar algo de producción y se guardaba en un barrica que había fuera para el comienzo de la siguiente temporada, siendo el primer producto del siguiente año.

Como anécdota, me cuenta Juan que, al ir esos restos vertidos al arroyo de las Moreras (por debajo de la fuente del Médico), al igual que el otro molino que había al final de la calle Arroyo, estos salían al río. Allí era donde trabajaba Adolfo con su barca y este se dio cuenta que se perdía mucho aceite en ese proceso, por lo que ideó una forma de captura de ese excedente desechado: Con ayuda del efecto de separación del agua y el aceite y un gran cucharón, recuperaba parte de ese aceite que luego utilizaría para producir jabón a gran escala, en varios lebrillos que tenía allí mismo.


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