Otros idiomas/ Other languages

domingo, 25 de septiembre de 2022

Comprando al ditero

 Igual que el sereno, el pregonero o los zapateros, en Peñaflor se han ido perdiendo muchos oficios que, antaño, ocupaban personas que todos conocíamos, que el pueblo entero apreciaba tanto por su labor como por su entrañable personalidad. 

Los diteros eran personas que vendían prácticamente de todo con la facilidad de pagar a plazos, a dita, que hacían que muchas familias de pocos recursos pudiesen adquirir sus productos que de otra manera les resultaban inalcanzables.

Hacían casi labores de prestamistas pues al pagar a plazos podías hacer frente a pequeñas deudas con él, adquiriendo sus productos por encargo, sobre todo ropa y enseres.

Muchos venían desde la capital con sus encargos y se marchaban con tantos otros, después de cobrar sus mensualidades. 

En algunas casas que incluso así les costaba reunir la mensualidad, la llegada de este hombre errante suponía un mal rato que pasar poniéndole alguna excusa. 

La mayoría los trataba como de la familia, después de tantos años de negocios pero también de amistad.

Yo recuerdo a Emilio "El ditero", el últimos que veíamos por nuestras calles con su enorme cuaderno de facturas y cuotas.

Hoy os traigo dos de aquellos diteros que todo el mundo recuerda, incluso sin haberlos visto por nuestras calles, por oídas de nuestros mayores.

Sobre estas líneas podeis ver a un sonriente Felipe Bayas, ditero en los 60s/70s en Peñaflor junto con su talonario de facturas que cobraba rigurosamente cada mes. entrañable persona que todos reconocían en el pueblo. Su labor fue importante para muchos como ditero. Lo que necesitaras, él podía conseguirlo. Igualmente él conocía a todos y cada uno de los cucos, también eso ayudaba en su trabajo, y era acogido en las casas casi como uno más de las familias.


Aquí podemos ver a José Santos, ditero en los años 50/60, con sus habituales facturas al ristre, en Peñaflor. Se le ve en el camino de la gravera, junto al río. Al fondo una panorámica del contrafuerte de la vía del ferrocarril y el pueblo por entonces. A la izquierda se ve la fábrica sin desperfectos. Aunque no era oriundo de aquí, pronto se ganó la amistad de muchos y encontró el amor en Teresa Vizuete, hija de Pilar Bocero y Juan Vizuete, con quién emigró a Francia. Por cierto, este verano estuvo en Peñaflor después de muchos años.

Incansables, recorrían las calle con frío, viento o intenso calor. Así eran los diteros de pueblo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario