Eran tiempos convulsos aquellos de finales de 1800 en toda la península y en concreto en nuestro pueblo. Los cambios se veían venir y lo poco que quedaba del anterior imperio español llegaba a su fin con la independencia de Cuba, Puerto Rico y Filipinas en 1898, con una guerra incluida, instigada sobre todo por las esferas estadounidenses que veía así más cerca los ricos recursos de esos territorios de ultramar.
Peñaflor no era ajeno a todo aquello y, como ahora veremos, vivió grandes cambios en su forma de vida, quizá beneficiado por los movimientos económicos de aquel tiempo.
Os traigo dos Anuarios de Comercio de 1881 y 1886, de los primeros en publicarse, con los datos de todos los pueblos de España. Aunque seguramente obvien más de uno o no se recopilaron suficientes datos, nos dan una idea de las personas que vivían en nuestro pueblo por aquella fecha.
"de aquellos lodos, estos barros" y es que del final de aquella provincia de ultramar vinieron a Peñaflor dos señores, los hermanos González, con sus riquezas acumuladas y dispuestos a cambiar su anterior negocio de la exportación de madera de caoba a la península que ya no podría hacerse más. Así que trajeron una novedosa y fastuosa forma de hacer negocio construyendo la fábrica de Harinas a partir de 1878. El tren llegaba para cambiarlo todo y la fábrica, junto al cobre extraído de la mina La Preciosa, embarcaban aquí para trasladar sus productos por toda España. Representaba la prosperidad ansiada, a pesar de las muchas carencias que se vivían.
Esa enorme fábrica cambiaría varias veces de manos, primero a los herederos sobrinos de Peña y Primo y luego a los Sánchez Pastor, para quedar más adelante a cargo del cuerpo de intendencia ya en el siglo XX con la guerra de Marruecos en marcha. Con la guerra civil sería también usada como sumunistradora de harina para el ejército sublevado.
Diversos avances propuso este enorme edificio, desde maquinaria, hasta formas de trabajo, sobre todo para las laboriosas y finas manos de nuestras mujeres con el tejido de yute, pero también la primera fuente de electricidad que alumbraba tanto ala fábrica como al alumbrado púbrico de Peñaflor e incluso la Puebla de los infantes, gracias al ingenio de la turbina hidroeléctrica colocada sobre el Guadalquivir, aprovechando el agua de la azuda de un antiguo molino de sus orillas.
Otro tipo de avance tecnológico fue esta forma de iluminar la fábrica, dada la inestabilidad de la corriente del río, que movía la turbina eléctrica.
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