Es indudable que algunas acciones son más o menos trascendentales, según la importancia que les demos, las consecuencias que acarreen y el peso histórico que poseen.
En pasados días se habló mucho de una decisión unánime, de todos los miembros de nuestro Ayuntamiento en pleno, para otorgar de nuevo el nombre histórico y popular a la vía principal de nuestro pueblo.
La conocida siempre como CALLE LARGO ha poseído oficialmente, desde la transición, el nombre del Rey, hoy emérito, Juan Carlos I, aunque casi nadie la nombró nunca así entre nosotros a pesar de saber indicarla para los foráneos que necesitan de una dirección formal.
Casi todos sabemos también que durante el franquismo se nombró como Antonio Parias Guerra e, incluso anteriormente, Calle Mayor.
Esto da "norte" de su carácter de vía principal que, desde la época romana correspondía con la vía a Córduba -Híspalis a este margen del río Baetis igual que posteriormente en la época andalusí entre Córdoba e Isbiliya.
Sea como fuere, no habrá nombre que sustituya el más popular "Calle Largo", igual que le pasa a la calle Aviador Carmona, que siempre será "La Calle del Pozo" o la calle Ruiz Osuna como "Calle del Trabuco".
Al final el peso popular es el que moldea los lugares y nombra donde se vive. Es el caso del ya establecido callejón de "Poveano" (existiendo aún el apellido local Povedano) y algo más reciente el callejón sin nombre, pero que todos conocemos como "Callejón de Segovia".
Dicho esto, todas las opiniones son válidas, aunque el peso de lo auténtico no puede imponerse con uno u otro nombre, ni por muchos años que pasen.
Hoy os quiero hablar sobre los que primero poseyeron en propiedad nuestro pueblo (ya que viene a colación de nombres de Reyes o nobles relacionados con Peñaflor) y nos gobernaban directamente, ya que la población también éramos parte de su territorio como vasallos de un rey.
Tras la conquista de Sevilla por Fernando III, ya Peñaflor era cristiano en 1241 y otorgado como posesión dentro de la Bailia de Setefilla (Peñaflor, Algarín, Malapié, Almenara, Alcolea, Setefilla y Lora del Río) a la Orden de San Juan del Hospital de Jerusalén.
Podéis saber un poco más sobre esto y otros nombres vinculados a Peñaflor en una entrada anterior: Los nombres de Peñaflor en los mapas del tiempo
Muy poco tiempo después, algunas de estas posesiones se desligarían de la Bailía, como ocurre con Peñaflor y Almenara. Así que pronto aparece como concesión señorial por el Rey a uno de sus vasallos.
Este primer señor de Peñaflor fue Juan Mathé de Luna:
Hijo de Fernán Matheos, conquistador y alcalde mayor de Sevilla, y de doña Varela, pertenecía a una rama del linaje aragonés de Luna establecida en Toledo a principios del siglo XIII.
La vinculación muy temprana con Sevilla se deduce tanto de la intervención de su padre en Sevilla como del hecho de estar sus hermanas María y Leonor entre las monjas fundadoras del sevillano monasterio de Santa María de las Dueñas en 1251.
Aunque consta haber servido a Alfonso X en los últimos años de su reinado, Juan Mathé de Luna alcanza notoriedad ya con Sancho IV, de quien en 1286 era camarero mayor, primero de cuantos ostentaron este oficio en la Corte castellana. Se trataba de un puesto de la máxima confianza del monarca, y en él se le ve asociado ya con Fernán Pérez Maimón, a la sazón despensero mayor. Ese mismo año fue nombrado, junto con Fernán Pérez, veinticuatro de Sevilla, de donde ambos eran vecinos.
A pesar de la relevante posición alcanzada en la Corte, Juan Mathé no aparece nunca mezclado en las numerosas intrigas de esos años, buscando posesiones, perturbando el orden ni ambicionando honores, aunque hacia 1290 es mencionado entre los partidarios de Juan Núñez de Lara.
En 1291 el Rey le concedió autorización para la fundación de un mayorazgo, expresando su voluntad de honrarlo y ennoblecerlo, así como de perpetuar su casa. Este temprano mayorazgo, uno de los primeros de los que hay noticia, incorporaba las casas sevillanas de la collación de Santa María y las villas y heredamientos de Villalba, Nogales, Peñaflor, Lapizar y Vado de las Estacas, entre otros, pero hubo de ser revocado el 25 de diciembre de 1292 por haberse efectuado sin conocimiento de la esposa del otorgante, doña Estefanía, cuyos bienes dotales incluía, y sólo se mantuvo con ciertas posesiones que Mathé de Luna tenía en Jaén y Toledo. ¡Vaya si tenía poder esta mujer en esa época!
Hacia 1293 alcanzó Juan Mathé su máxima posición en la Corte, interviniendo en todos los negocios y apareciendo su firma en muchos de los documentos expedidos por entonces. Prueba de su valimiento ante el Rey es su nuevo cargo de armero mayor, que acumuló a los anteriores, y la merced del señorío vitalicio de Huelva. Al finalizar este año, Mathé de Luna recibió un encargo trascendental: organizar la defensa de la frontera ante el inminente comienzo de las hostilidades por la nueva alianza granadino-meriní. Para ello se trasladó a Sevilla. Los preparativos efectuados en los primeros meses de 1294 por el De Luna permitieron resistir el asedio de Tarifa, cercada desde fines de abril hasta fines de agosto y defendida por Alonso Pérez de Guzmán. Las desavenencias del almirante de Castilla, el genovés Benito Zacarías, en el momento decisivo de la campaña, obligó a Juan Mathé a capitanear la escuadra castellana, reforzada por las galeras que él mismo había ordenado armar, a las que también se unieron naves aragonesas.
La liberación de Tarifa precipitó la retirada benimerín de Algeciras y su entrega a los granadinos. Juan Mathé y Fernán Pérez elaboraron un meditado plan para la conquista de esta plaza, estando previsto el comienzo de la campaña en mayo de 1295. La muerte de Sancho IV impidió su realización, pero desde abril de ese año Mathé de Luna, en unión de Fernán Pérez, figuraron como almirantes mayores de la mar, fruto indudable del prestigio ganado en las acciones pasadas.
Esta situación se prolongaría hasta el 9 de agosto de 1299, cuando murió.
Fue enterrado en la capilla de San Mateo de la catedral hispalense, la cual había dotado en 1287 con 300 maravedís de renta anual. Se celebraba aniversario el 10 de agosto por el fundador y su esposa, y el 1 de julio por doña Varela, su madre. A esta misma capilla trasladó Juan Mathé a sus padres, y para sí labró un sepulcro alto de mármol, muy adornado con repetidos escudos de armas y este epitafio: “Aqui yaze don iuan mathe de luna, camarero mayor que fue de el rey don sancho, e almirante mayor de castilla, fino nueve días de el mes de agosto, en la era de M. CCCC. XXXVII. años. Muy bien sirvio a los reyes, e muy bueno fue en descercar a tarifa. Muncho bien fizo, dele dios paraiso, amen”.
Este sepulcro fue trasladado en 1401 a la capilla de San Martín, en una nave del claustro, donde permaneció mucho tiempo hasta su desaparición. En el siglo xvii fue abierto, hallándose todavía, según testimonio de Pablo de Espinosa, recogido por Ortiz de Zúñiga, el cuerpo entero, calzado con botas blancas y espuelas doradas, amortajado con un manto de seda carmesí y con una espada ancha en su vaina de terciopelo verde y una bandera. Siglos después fue trasladada su tumba a la capilla de San Hermenegildo, donde se encuentra actualmente y puede verse en la Catedral de Sevilla.



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