Todas las tardes, en el Centro de Día de Mayores de Peñaflor un hombre de pelo cano, junto a su bastón toma café al borde de una partida de dominó. Tiene ya 88 años y un largo recorrido vital en el que ha aprendido y sigue haciéndolo, siendo toda una “mina de saber”.
Pepe Espada en el Centro de Mayores tomando café una tarde cualquiera, junto a una muestra recogida en una mina.
Pero al hablar con él la primera vez me sorprendió el gran manejo de saberes científicos y sobre todo a cerca de química que no se corresponde con el común de la sociedad coetánea a su juventud.
Entonces escuché, y me enseño su increíble bagaje:
Nació en 1924, hijo del facultativo de minas de Riotinto y Aznalcollar, José Espada, y nieto del también minero de Ojén (Málaga) Francisco Espada.
Este estatus le permitió en 1936 estudiar el ingreso a bachiller elemental de 7 años en el Instituto Murillo de Sevilla, aunque su pasión seguía siendo la mina, donde su padre trabajaba en Peñaflor (La Preciosa II).
Así en 1939 mientras caminaba por la finca Almenara encontraría una muestra muy pura de Calcopirita, que tras ser analizada su valía, sería el germen de la mina “San José”, nombre que hace alusión a su joven descubridor.
Haría el ingreso de Ingenieros de Minas y estudiaría Perito agrícola en la 4ª promoción del Cortijo del Cuarto en Sevilla.
José Espada en su etapa de estudiante en Madrid. Curiosamente con una chaqueta de lino fabricado en la fábrica de harina y tejidos de Peñaflor.
Justo al terminar sus estudios ya tenía trabajo, en la Comunidad de Regantes de Isla Mínima en Puebla del Rio, donde sus labores se dedicaban al control de la salinidad de los arrozales.
Más tarde trabajaría controlando las plagas de los cultivos en Jerez, junto al conocido D. Sebastián Almagro y sus avionetas de fumigación.
En octubre de 1958 se casa con su mujer Aurora González en una boda que se haría eco el diario ABC. De este matrimonio nace el artista pintor, escultor y ceramista peñaflorense José Carlos Espada.
2003. José Espada con dos geólogos y amigos en una boca-mina de Cala (Hueva).
De aquí pasa a trabajar para la empresa BAKINS en Badajoz y en 1961 le encomendarían la dirección del control de plagas del “Plan Badajoz” del Instituto Nacional de Colonización.
Al morir su suegro en 1962 regresa a Peñaflor un año después como perito encargado de la zona.
En 1966, al quedarse sin trabajo marcha a Algeciras junto a su hermano donde daba clases de bachillerato. Como anécdota impartió clases a José Chamizo (DPA).
Su mujer paralelamente inauguraría su propia Boutique de ropa infantil “GOBRI”.
En 1974, llega a Torre del Mar (Málaga) donde pasa los mejores momentos y participa en un proyecto de control biológico de la mosca blanca que trae a Palma del Río y los alrededores. Allí sería el administrador general único de la entidad El Tomillar S. A., cuyo bien era la finca del mismo nombre junto a Torre del Mar.
En el 77 continuando su eterno periplo vuela hasta México donde está durante poco tiempo hasta su regreso a Peñaflor, donde monta una empresa de elaboración artesanal de dulces junto a su mujer. Le iría bastante bien, hasta que la competencia ahogaba sus aspiraciones, por lo que decidió marchar de nuevo a Torre del Mar donde primero se encargó del proyecto de Vías pecuarias y del catastro de Vélez Málaga, compaginados con las clases de cultivos Subtropicales que impartía.
Finalmente en 1985 emprendería un nuevo reto y negocio junto a un socio: La Oficina Agrícola, en la que se encargaban de trabajos de topografía, informes, aparejadores, abogados… incluso tras su baja definitiva por los achaques de su corazón.
José Espada nos hizo de guía en nuestra visita a la mina de San José en la finca Almenara. Esta mina fue redescubierta por él y de ahí su nombre.
A cerca de su pasado minero del que siente el mayor orgullo siempre tiene un libro de geología en la mano, y disfruta con alguna que otra conversación trascendental sobre historia o evolución. Y es que posee una mente privilegiada.
También ha contribuido de manera importante con el museo de mineralogía y fósiles de “la CASA ROSA” de Palma del Río, con gran orgullo por su labor divulgativa, y aun colabora con geólogos interesados en la riqueza mineral de la zona.
Todavía recuerda cada lugar, cada roca, cada especie, como si fuera “ayer”, y he tenido el gusto de compartir momentos verdaderamente especiales en los que hemos recordado anécdotas, vivencias, hemos visitado yacimientos, minas… pero sobre todo he descubierto que en cualquier lugar, mientras te tomas un café con una persona que te es desconocida, junto a un bastón, quizás encuentres un amigo con quien conversar, alguien agradecido con quien compartir aficiones… pero sobre todo, una historia, su historia que no debería perderse, porque es parte de la nuestra.
Enlace a Revista bulevar donde fue publicado el artículo:
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