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sábado, 13 de junio de 2020

¡Que no se pierda el saber popular!: El Milagro de San Antonio

Ayer, 13 de junio, como cada año, se celebró el día de San Antonio de Padua. Este Santo, de los primeros en ser reconocido como tal por la Iglesia es conocido por ser el santo que se invoca cuando hemos perdido algo y deseamos recuperarlo, es uno de los santos que concede favores románticos y es considerado “el santo patrón de todos los enamorados”. Se cree que San Antonio nació en el año 1191 en Lisboa, Portugal.
Por eso me viene como anillo al dedo, porque combina en uno de mis propios recuerdos ambas cosas que se le atribuyen: invocándolo para el amor (en toda su extensión) y para las pérdidas de recuerdos, de cosas importantes, de personas queridas... Y es que en mi mente brotó como un venero un recuerdo con una de las personas que ha influido más en mi vida, mi abuelo:
En una de tantas tardes escuchando sus palabras, siempre sabias, me contaba que, de repente, algo le recordó la letra de una canción que cantaba su madre mientras cosia en la puerta junto a las vecinas, allá en la Puebla, en el entorno de la ermita de Santa Ana y la calle de la Amargura.

Escena de Juglares Medievales que llevaban los relatos al pueblo llano, yendo ciudad por ciudad relatando hechos heróicos y noticias verdaderas y adornadas para el deleite de los que los escuchaban. Los pastores de la transhumancia aprendían muchos de esos relatos y los transmitían en su ir y venir por las rutas ganaderas de España.

La canción o poema resultó ser "La Canción de los Pajaritos" o "El Milagro de San antonio" (una versión) que recitó, como hacían los juglares, durante tres minutos sin equivocarse un ápice, a pesar de contener multitud de nombres y de versos difíciles de aprender.
Pero yo, como maestro, sé que esas letras aprendidas con la emoción y el cariño nunca se borran de una mente, aunque el tiempo o la enfermedad pasen factura. Están guardadas en el cofre especial de los sentimientos, como un olor, un sabor o la música.
Mi abuelo hace poco se marchó, pero me dejó el gran legado de sus enseñanzas de vida.
Os voy a dejar tanto el audio con su propia voz como la transcripción de la misma poesía.
Estos cantares de pastor y juglares se transmitían de forma oral en reuniones y fiestas, como la Zandinga en la Candelaria, o tantas y tantas canciones religiosas en las romerías y celebraciones.
Éstas despertaban sentimientos y se fijaban en los recuerdos de aquellos momentos de la infancia, perteneciendo a un patrimonio inmaterial que no debe olvidarse.


Antonio, divino Antonio
Suplicare a Dios Inmenso
Que por su gracia divina
Alumbre su entendimiento.
El tenía un huerto donde allí cogía
Cosecha de fruta que el tiempo traía.
Pero un domingo en la mañana,
Como siempre acostumbraba
Se iba su padre a misa,
(Cosa que nunca olvidaba) diciendo:
¡Ven acá Antoñito, ven acá hijo amado…!
¡Que tengas cuidado de los pajaritos!
Mientras que yo esté en misa
Gran cuidado haz de tener,
Mira que los pajarillos
Todo lo hechan a perder.
Entran en el huerto, pican el sembrado
Y por eso te encargo que tengas cuidado.
Pues desde que vio venir a su padre
Todos los mandó callar
Tocó su padre a la puerta y le dijo: - ¡Ven acá!
Ven acá hijo amado, ven acá Antoñito…
¿Haz cuidado bien de los pajaritos?

Para que mejor pudiera cumplir con mi obligación

Todos los tengo encerrados dentro de una habitación.
Desde que vio su padre milagro tan grande
Al señor obispo fueron a avisarle.
Ya viene el señor obispo con un gran acompañamiento.
Todos quedaron admirados al ver tan grande talento:
Abrieron ventanas y puertas a la par,
por ver si las aves se querían marchar.
Y entonces le dice Antonio:

Señores nadie se agravie,

Pero los pájaros no se salen
Hasta que yo no lo mande.
Se pone en la puerta y les dice:

            Escuchad pajaritos, ya podéis salir:

Salgan cigüeñas con orden,
Gurropatos y andarríos,
Avutardas y abulones,
salgan gurrafas sin nido,
y los chazmarines
y los verderones
y las cogujadas
y los gorriones
Salga la avetarda, salga la perdiz
Salga el aguanieves y la codorniz.
Y al tiempo de alzar el vuelo cantaron con alegría
Despidiéndose de Antonio y de toda su compañía.
¡Marcharos por el monte y dejad el sembrado
Que mi padre me ha dicho que tenga cuidado!
Fijaos lo curioso de la forma de nombrar a esas aves tan autóctono, no como se les llama comunmente sino popularmente en nuestro entorno. Yo la transcribí tal cual pues la tradición oral tiende a adapatar los vocablos a su forma de hablar y entender la historia, modificándola.
Mi abuelo y yo, en 1991. Siempre me fascinaron sus andanzas desde niño en aquel momento tan hostil y cómo cada una de sus medidas palabras tenían algo que enseñar.
Vaya esta entrada para proteger ese legado inmaterial que nos dejaron nuestros mayores y para que jamás lo borre el tiempo.

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