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martes, 9 de octubre de 2012

MÁS ALLÁ DE LOS CRIMENES DEL HUERTO DEL FRANCÉS

Corrían los últimos compases de aquellos sonados crímenes cuando el cabo del puesto de la guardia civil, D. juan Atalaya Montero, descubrió los primeros cadáveres en el jardín del huerto. Eran finales de 1904 y Juan Aldije “El francés” había huido.

Durante 9 días se especuló con que estaría camino de Portugal para intentar coger un barco hacia Latinoamérica, donde sería improbable encontrarlo.

Sin embargo, mientras la prensa recorría las calles de Peñaflor buscando los datos más escabrosos y sensacionalistas, alguien gritó a viva voz que “¡El Francés estaba en Fragimón!”.

Hasta aquel lugar conocido se desplazó media población como una marabunta, con la intención de increpar e incluso linchar a quien había traído la desgracia al pueblo.

En aquel lugar, propiedad de sus cuñados Alonso, Rafael y José Meléndez, había buscado amparo el asesino tras regresar de Badajoz, desde donde pretendía cruzar la frontera portuguesa, pero finalmente se arrepintió por las represalias que tomaría la justicia contra su mujer y sus hijos.

Al encontrarlo y tras un gran forcejeo, finalmente fue reducido y maniatado por los miembros de la guardia civil que se habían desplazado hasta allí junto al juez y el secretario de Peñaflor  y que tuvieron que contener a la multitud para que no acabasen allí mismo con la vida del Francés.

Se acababa de detener al coautor de seis asesinatos entre 1898 y 1904 en un huerto a las afueras de Peñaflor.

Detención de “el Francés” en Frangimón.

En los calabozos de Lora del Río permanecían ya presos José Muñoz Lopera (el otro autor de los seis asesinatos), Víctor Aldije Gastón (el primer hijo del francés), Eloísa Meléndez (segunda mujer del francés), José Borrego y José Muñoz “Peana”. Dos sospechosos más serían detenidos en Sevilla por revelaciones, “El Inglés” y “El Tato”. Todos ellos, excepto Muñoz Lopera, a la postre serían exculpados.

¿Quién era en realidad “el Francés” y los demás implicados?

A mediados de la década de 1860 llegaron a Peñaflor un hombre con su mujer e hijo pequeño de nacionalidad francesa, para trabajar como picapedrero en la cantera del pueblo, de la que se extraía cantería para la construcción de la parte más moderna del Ayuntamiento de Sevilla, según los planos de D. Demetrio de los Río. Una vez finalizado el trabajo volvieron a su lugar de origen. 22 años después, aquel niño, Juan Andrés Aldije, regresaría al pueblo para afincarse allí y al poco tiempo trajo a su primera mujer y a su aún pequeño hijo Víctor. Fue entonces cuando adquirió el huerto a la familia de quien luego sería su segunda esposa.

Los que en el pueblo habían conocido a su padre les extrañó que se hubiese cambiado el apellido, Dual por Aldije, aunque no le dieron importancia por su intachable comportamiento y maneras. “Eran familia de ir a misa todos los domingos”.

Su mujer enfermó de un tumor en el vientre por lo que se trasladaría de nuevo a Francia, sin que el marido la acompañase y al regresar tras una dura operación y recuperación el matrimonio se resintió por las sospechas de la infidelidad de este con la que más adelante sería su segunda mujer, Eloísa Meléndez.

Finalmente la atribulada mujer volvería a marchar a su tierra donde moriría junto a su hijo.

Se especuló con que en el país galo era buscado por la justicia: unos decían que por una quiebra fraudulenta por la que podían pedirle entre 20 y 30 años de prisión y otros que por el asesinato de un familiar.

Sea como fuere, finalmente convivió con Eloisa en el huerto con la que tuvo dos hijas en 1889 y en 1896 y un hijo menor en 1898, respectivamente. Estos últimos se bautizarían en 1903 por la intercesión de Dª. Magdalena Delgado Castillo, viuda de Parias y su hijo Carlos, quienes hicieron de padrinos e impusieron sus propios nombres a los ahijados.

A su primer hijo, que no convenía que se inmiscuyera en sus turbios negocios, pronto lo mandaría a Francia donde haría el servicio militar y se encargaría de las posesiones que dejó en herencia su madre tras su muerte.

Víctor Aldije, hijo del Francés, junto a Eloísa Meléndez en la Cárcel del Pópulo de Sevilla durante los Juicios del crimen de su padre y Muñoz Lopera. Foto de la hemeroteca ABC.

Victor, este hijo que por entonces tenía 28 años llegó a ser sargento del ejército francés y volvió junto a su padre en 1900, tras cumplir su servicio militar. Era estimado en el pueblo donde, de primera hora, no creyeron inmiscuido en los asesinatos. Le gustaban los estudios de agrimensura y la caza.

José Muñoz Lopera fue quien despertó más antipatías en la opinión pública. De carácter afable y extrovertido, tenía una modestísima posición hasta que un día que se fue a los Baños de Carratraca envió unas mil pesetas de la época a su familia. Desde entonces, ocupó una buena posición económica que, dicho por él mismo, se debía a su habilidad en el juego. Anteriormente había trabajado como comerciante y en la “Casa Honda” de Sevilla.

Ya en 1901 un vecino del pueblo, Francisco pastor, había hablado con éste sobre un negocio del juego de ruleta que Muñoz Lopera pretendía trasladar a la isla de Madeira. Llegó incluso a mostrarle al posible inversor el “invento” que había hecho en el mecanismo “para que la suerte caiga siempre de su lado”. Pero por vaivenes del destino no llegó a financiar. Quién sabe si salvando con ello la vida.

En 1905, un año después de la detención, un hermano de Muñoz Lopera se intentó suicidar de un disparo, harto de las recriminaciones vecinales por las fechorías de su hermano y el vacío social al que era sometido. (ABC 19/01/1905)

La confesión

En el careo entre Aldije y Muñoz Lopera confesaron de pleno: Muñoz Lopera iba a la estación de tren donde ofrecía amplias ganancias en el juego de una ruleta especial. Luego eran conducidos al huerto yendo él siempre delante y Aldije detrás que, con el pretexto de cerrar la puerta preparaba el arma homicida. A la salida del casino clandestino le hacían pasar por el jardín y, con el pretexto de no tropezar con una cañería le hacían mirar a sus pies, momento aprovechado por el francés para propinar el golpe fatal con una barra de hierro o el martillo al que apodaban “el muñeco”. En el acto lo remataban y quitaban la americana y el chaleco, que luego quemaban en la chimenea, desvalijándolos de cualquier posesión. Por la noche eran llevados a una fosa en el mismo jardín y cubiertos con cal viva antes de sepultarlos.

El arma homicida

Para arrebatar la vida a los incautos jugadores les asestaban un golpe con un martillo de hierro con mango de madera de 52 cm. y kilo y medio de peso. Este arma se remitió al laboratorio de medicina legal de Sevilla, al doctor Murga para su dictamen.

Las víctimas

Fueron 6: Sebastián López. Asesinado en 1899. Le robaron 4.000 pesetas; Mariano Burgos (Madrid). Le robaron 16.000 pesetas; Enrique Fernández Cantalapiedra (Rus, Jaén). Le robaron solo entre 200 y 250 pesetas; Federico Llamas. Asesinado en 1902. Le sustrajeron 8.000 pesetas; Félix Bonilla (Córdoba). Asesinado en mayo de 1904. Le robaron 12.000 pesetas; Miguel Rejano (Posadas). Asesinado en noviembre de ese mismo año. Le robaron 7.000 pesetas.

El juicio

El Francés estudiando su propia causa.

Diario ABC

Ya trasladado desde Lora del río a los calabozos de Sevilla, Muñoz Lopera se muestra abatido y se niega a comer, estando postrado en cama con fuertes dolores de cabeza hasta el día del Juicio. Sin embargo, “El Francés” se muestra entero, incluso desafiante y pide estudiar su propia causa para ejercer su defensa. El 8 de marzo de 1906 comienza la vista del juicio de ambos asesinos que finalmente son condenados a muerte por Garrote Vil. En ella Muñoz increpa a Aldije: “Es inútil que niegues. Ya sabes que somos los mayores criminales del mundo y que con diez vidas no pagaríamos los delitos cometidos.”

Tuvieron el siniestro honor de ser el primer ajusticiamiento en el patio pequeño de la cárcel nacional del Pópulo, en el barrio del Arenal. Solo 5 más tuvieron lugar hasta el último en 1935. Además, fue el primer juicio mediático de la historia española gracias a cómo dio eco la cobertura periodística de ello el recién creado diario ABC.

Embargos

En las actas capitulares del archivo municipal de Peñaflor se recoge la puesta en subasta de los bienes el 21 de octubre de 1909 que fueron embargados a los reos ya en diciembre de 1904.

A Muñoz Lopera 29 arrobas de aceite, 90 fanegas de aceituna y varios muebles e inmuebles. Por lo visto varias alhajas y otros bienes fueron vendidos por el hermano de Muñoz Lopera antes de ser incautadas.

A J. Andrés Aldije los inmuebles salidos a subasta al 25 por ciento de su valor  que eran la vivienda en “los ruedos de la villa” adosada al huerto llamado “del Francés” de dos plantas y 216 metros de superficie, valorada en 7.290 pesetas y  sacada a subasta por 5.467,50 pts; también otra casa de dos pisos en la calle “Paseo Nuevo”, nº 23 de 192 metros cuadrados de superficie, valorada en 1.946 pts. Y sacada a subasta en 1.467 pts.

No cabe duda del enorme impacto que causó en la sociedad de la época, encontrando noticias relacionadas con los crímenes en publicaciones de todo el territorio español: ABC, El Correo Ibérico, El Adelanto, El Bien Público, El Radical, El Heraldo de Zamora, La Correspondencia, La Justicia, La Esquella de la Torratxa, La Libertad, La Tarde, El Noticiero salmantino, Museo Criminal y decenas de diarios más, incluso satíricos y novelillas por fascículos. En el museo de cera de Madrid se expuso una figura alegórica hasta los años 80’s gracias al nuevo empuje que le dio Paul Naschi en 1977 con su versión en la película del mismo nombre de nuestro oscuro caso, aunque dándole un giro de tuerca que no correspondió con la realidad del caso, aunque usó el fondo de los atroces crímenes.